Y súbitamente, todo se colapsó. Tu dualismo inentendible, malicioso, fatalista y travieso me había desgarrado como nada lo había hecho anteriormente. Las percepciones continuaban, y profundizaban las heridas, pero a la mente le había llegado la hora de afrontar las cosas objetivamente (Por un lado me preguntaba, no puedo negarlo, si eso acaso sería posible, pues con las mil máscaras nunca se sabe).
Tu amor propio al hablar era una contradicción constante con tu accionar. Incluso tus palabras día tras día se tornaban irreales.
Todo aquello que había creído, que había percibido, e incluso todo lo que me habías mostrado, pendía hoy de un hilo. Seguía creyendo en aquella mínima unión con toda la fuerza, o incluso con más (si era posible), con la que había creído anteriormente.
Sin embargo, un pensamiento, aunque intentaba disimularlo y evadirlo, soñaba constantemente dentro de mí, detrás de mis carnavalizaciones...
¿Serías real algún día?
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